Hoy, expedición a una gran superficie.
Nuestro espécimen de hoy (a partir de ahora llamado JOTA) es obligado a ir a hacer la compra de la semana.
Mujer: Nene, vamos al súper.
Jota: Vale, hasta luego. Pásate por la farmacia y compra lo mío.
M: No me has entendido bien, cariño. Digo que VAMOS al súper.
J: Espera que me ponga el chándal. Ya sabes que me gusta cuidar mi imagen.
M: Voy cogiendo a la gremlin, ¡coge tu las bolsas de basura¡
Ya esta, la primera en la frente. Vivo con dos personas y media más en mi casa. Y no se como se lo montan, pero siempre me toca a mi tirar la basura. Y además siempre, que coincidencia, cuando el cubo entra en erupción.
Bueno, superado el tema de los residuos altamente tóxicos, seguimos con la excursión.
Llegada un cuarto de hora más tarde al súper. Interesante recorrido por el parking para encontrar una plaza. Y un carrito que tenga lo de montar a los críos. (Y a ser posible que no se desvié demasiado)
Y ahí vamos, comienza la aventura.
Bien, lo primero es lo primero. A toda velocidad atravesamos los pasillos cargando en el carro lo que a mi mujer se le antoja.
A primera vista parece que cojé los productos al azar, pero no. De vez en cuando, se para, hace memoria, me hace una finta, y sale disparada hacia otro pasillo.
Y yo detrás de ella.
Es asombrosa la memoria que tiene. ¿Como es posible que recuerde todo? Si yo tuviera que hacer la compra solo, tendría que llevar una lista del tamaño de un rollo de papel higiénico.
Cuando lo esencial para el mantenimiento de la manada esta ya en el carro, nos dedicamos a hacer turismo.
La primera parada es la sección musical. Y no por que vaya a comprar nada, si no por ver a la pequeña gremlin con esos pedazos de auriculares que tienen. Se los ponemos y nos carcajeamos de cómo baila. Entre los cascos y el movimiento, la niña parece la princesa Leía Organa sufriendo un ataque de epilepsia. Cuando conseguimos arrancar a la niña los auriculares, pasamos a electrónica. Jugueteo un rato con los productos en exposición. Especialmente con las consolas y con los portátiles.
Después, cuando la niña esta mas agitada que una fiesta de epilépticos y notamos todas las cámaras de seguridad del centro comercial están incrustadas en nuestro cogote, salimos hacia las cajas.
Que esa es otra. Antes de ponerme en cualquier fila, paso dos minutos evaluando los carros que tengo delante. Observo también la habilidad de la cajera.
Y cuando ya lo tengo claro. Aparco el carro en la fila.
Todas mis evaluaciones anteriores quedan en nada. No se por que lo hago.
Justo cuando el que va delante de nosotros va a pagar, no le va la tarjeta de crédito.
La cagamos Flanagan.
Cajera: lo siento, esta tarjeta no va.
Espécimen casi humano: Pásela otra vez, señorita.
C: Ya le he vuelto a pasar y no va.
ECH: Pruebe esta otra. Tiene que funcionar.
C: No, tampoco va. ¿Tiene usted metálico?
ECH: No lo entiendo, en el banco hay dinero, no se que pasara.
Jota: Disculpen, pero es que los yogures se me van a caducar aquí. ¿Tienen para mucho?
C: Espere que llamo a caja central.....
Y llama. Otra cosa bien distinta es que le contesten. Después de lo que a mi me parece media hora aparece por ahí una encargadilla que recibe un informe de la situación por parte de la cajera. Vuelve a comprobar las dos tarjetas con el mismo resultado. Mira de arriba abajo a la dueña de las tarjetas y dice:
Voy a probar las tarjetas en la caja central, ahora vuelvo.
Y vuelve como tres horas mas tarde con el problema solucionado. Era una cosa tan difícil como picar el número de la tarjeta en el datafono.
Se nota que es una persona altamente cualificada para su cargo. Solo le ha hecho falta una hora de tiempo para darse cuenta de que la banda magnética estaba rayada. Se nota que aprobó la ESO.
Nos toca. La cajera va pasando nuestros productos por el escáner y la cifra de la caja sube a la misma velocidad que los precios de la gasolina. Cuando termina, mientras el cacharro comprueba que en nuestra Visa SI que hay dinero, la cajera intenta ser amable haciéndole carantoñas a la gremlin.
La amabilidad se le termina cuando la niña tumba el expositor de los chicles y las pilas repartiéndolas por todo el suelo de la caja y parte de las cajas adyacentes. Menos mal que el papelillo ya lo había firmado mi jefa y teníamos la compra cargada en el carrito. Aprovechando la coyuntura, huimos dejando a la pobre chica con todo el marrón y con la caja llena de gente esperando.
Cargamos todo en el coche y vuelta a la madriguera.
Cuando pienso que todo ha terminado ya, me acuerdo que hay que subir todo a casa.
Como soy tan gandul, para ahorrar viajes, cojo cuatro bolsas en cada mano. Error. A media escalera, ya me revientan las yemas de los dedos.
Para cuando llego arriba, creo que el daño es tan severo que me tendrán que amputar las ultimas falanges de todos los dedos.
Pero bueno, con la satisfacción del deber cumplido me tumbo en el sofá. A recuperarme de el estrés de la tarde.