La mili

Estaba bien aquello de hacerla mili. Ojo, antes de ir a por los clavos y la cruz sigue leyendo.
No me refiero a eso de aprender cosas útiles, como desmontar un cetme con los ojos tapados. Ni tampoco a el hecho de regalarle un periodo de tiempo muy largo al estado.

Me refiero en que te ibas hecho un crio y volvías hecho un hombre.

Al irte salías de debajo de las faldas de tu mama. Y en el cuartel, como en el talego, aprendes el valor REAL de las cosas. Por ejemplo, ¿cuánto vale un corte de pelo?
Pues depende. Supongo que en la vida real unas mil quinientas pelas (hace tiempo que decidí pelarme en mi casa) Pues ese mismo corte de pelo, cuando viene seguido de la frase “Pues hasta que no te cortes el pelo, no sales del cuartel” pronunciada por un sargento chusquero, un viernes por la tarde, tiene un valor incalculable.

También aprendí que hay cosas que no se pueden explicar de palabra.
La agradable sensación de calidez que te proporciona un cigarrillo fumado en mitad de una guardia a las tres de la mañana, en febrero, a veinte kilómetros del lugar habitado más cercano.
O incluso un cigarrillo compartido, en las mismas condiciones.

El compañerismo. Esa es otra. Cuando diez personas (en mi pelotón éramos diez) llegan nuevas a un sitio y son sometidas a una intensa presión por el mando de turno, se crean vínculos de amistad y camaradería muy rápidamente.
Y aprende a pensar rápido, te dan unos parches y te dicen, “tienes diez minutos para cosértelos al uniforme” A mi no se me ocurrió echar aguja e hilo en mi mochila. No se, me parecía que en un cuartel no me harían mucha falta. Pero si me acorde de echar Loctite, nunca se sabe. Tardé medio minuto en asociar los conceptos y dos minutos más en bricolaje.

En el aspecto físico no estuvo nada mal. Jamás he estado tan macho machote como cuando hice la mili. Supongo que el hecho de correr diez o quince kilómetros cada día, recién desayunado, influiría bastante. Y el hecho de estar como las cabras, todo el día arriba y abajo en el monte, también.

Adivina adivinanza. ¿Dónde realizo Jota el servicio militar?
Cada noche cantábamos esto antes de ir a dormir.

No hay a su duro pie risco vedado.
Sueño no ha menester, quejas no quiere.
Donde le llevan va, jamás cansado.
Ni el bien le asombra, ni el desdén le hiere
Sumiso, valeroso y abnegado.
Obedece, pelea triunfa o muere.