lunes, febrero 13, 2006

El día que fui Linda Lovelace

Me desperté intranquila, nerviosa. Al fin y al cabo, esa iba a ser mi primera vez. La ducha de esa mañana fue especialmente rigurosa y profunda. El agua caliente sobre mi piel ejercía un efecto relajante. Giré el grifo para hacer subir la temperatura del agua todo lo que pudiera soportar. Y la dejé correr un buen rato.
La ducha calmo mi ansiedad.

Me enrolle una toalla alrededor del cuerpo y utilice una más pequeña para la cabeza. Salí del baño y fui hacia la habitación. Mientras hacia la cama, pensaba que ropa ponerme. Al final, el hecho de que no estuviera depilada influyo bastante en la selección.
Tejanos y un jersey.
No es cuestión de ir en plan “loba” a una primera cita, ya habrá tiempo para divertirme mas adelante.
Vuelvo al baño y compruebo que el vaho del espejo ya se ha terminado de evaporar. Unos golpes de secador, un ligero toque de maquillaje, y unas gotas de perfume.
(El perfume solo lo utilizo en las grandes ocasiones, pero hoy creo que se trata de una de ellas)

La alarme de la pocket me saca de mis ensoñaciones. La programo para que suene siempre media hora antes de las citas. Si no lo hiciera, siempre llegaría tarde.

Un vistazo rápido, para asegurarme que la casa esta en orden, agarro el bolso, las llaves, la chaqueta y cierro la puerta de un tirón.
Me subo al coche, arranco, enciendo la radio y ¡Coño! ¡También es casualidad! La voz de Serrat canta (con esa manera tan particular que tiene de hacerlo) “Hoy puede ser un gran día”. El hecho de que se trate particularmente de esa canción, a mi se me antoja como una especie de presagio, un signo, un buen augurio para mi cita.
El trafico esta fatal esta mañana y el encontrar aparcamiento, me cuesta darle tres vueltas enteras al parking.

Menos mal que opte por una vestimenta informal. El traje de “loba” viene siempre con tacones a juego, y no se como habrían soportado estos la carrerita desde el coche hasta el punto de encuentro. Con lo torpe que soy, seguro que me rompo un tacón y me desparramo en mitad de la calle. Y entonces hubiera llegado echa unos zorros a mi cita.
(Nota mental: salir con más tiempo para la próxima vez)

Por fin llego al local donde había quedado. El lugar tiene un aspecto cutre. En cuanto paso las puertas del recinto cambio de opinión, el lugar no es cutre, es tétrico.
Unas baldosas naranjas cubrían la pared desde el suelo al techo. Las puertas, de formica verde, rompen la monotonía de las paredes. El sitio parece un zulo. No hay ventanas. Los fluorescentes le dan al local un aspecto como de película de terror. Incluso un tubo, no acaba de encenderse y no para de parpadear, iluminando de forma irreal el conjunto.
El aire huele a una mezcla de desinfectante barato y humedad.

Doy vueltas hasta encontrar la puerta indicada. Una vez que la encuentro, me planto delante de ella y dudo. ¿Llamo? ¿Doy media vuelta y salgo corriendo?
No. Tengo que entrar. Llevo demasiado tiempo esperando esta cita, este momento. No puedo echarme atrás ahora.
Respiro hondo, me armo de valor y llamo. Una voz recia, profunda y viril me invita a pasar.
Al abrir la puerta se me pasa todo el miedo de golpe. Dentro estaba EL. No es que fuera especialmente atractivo. No era irremediablemente guapo. Pero tenia su aquel, era “achuchable”. Tenía un aspecto tierno, como el osito de Mimosín.
Rondaba el metro sesenta y cinco, alrededor de los setenta kilos. Moreno, pero con algunas canas en las sienes que lo hacían incluso mas interesante. Llevaba una perilla bien recortada, que endurecía un tanto sus facciones. Su mandíbula era cuadrada, prominente y muy masculina. Gastaba gafas de montura metálica. Y tenia esa mirada tan especial y encantadora que tienen todos los miopes.
Encima estaba vestido con el uniforme de trabajo. (Con el morbazo que me dan a mi los tíos de uniforme)

A modo de saludo me estrecho la mano. Y lo hizo de una forma firme, pero sin llegar a ser dolorosa. El tipo de apretón de manos que da un tío seguro de si mismo y de sus posibilidades.
Cada vez encontraba mas “achuchable” al tipo.

Me invito a sentarme y para romper el hielo utilizo las preguntas habituales:
¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes? etc...

Cuando vio que me había relajado algo, me hizo pasar detrás de un biombo que partía la habitación en dos. Al ver lo que había allí un escalofrío recorrió mi espalda. Me puse otra vez tensa como la cuerda de un arco. El, dándose cuenta, me tranquilizo. Me dio la mano y, mirándome a los ojos (Dios, tiene unos ojos preciosos), me dijo:
- Tranquila, voy a ser lo mas dulce posible. Contigo voy a ser mas cuidadoso que de costumbre, no me gusta ser brusco con una chica tan guapa como tu. Cuando estés dispuesta, empezamos.

Por mi cabeza, volvió a pasar la idea de huir, pero no podía. Sabía que si me iba ahora, me arrepentiría y volvería avergonzada tarde o temprano. Debía ser aquí y ahora. No había marcha atrás posible.
-¿Me tengo que desnudar? Pregunte mientras me ruborizaba
-Con que te quites el jersey y te tumbes me basta. No me gustaría manchar un jersey tan bonito.
El, viéndome vergonzosa, se dio media vuelta. Momento que aproveche para recrearme la vista. Empecé de arriba hacia abajo. Pelo limpio y bien recortado en la nuca. Se notaba que iba a la peluquería a menudo. Una espalda, ni demasiado ancha ni demasiado estrecha. Bien proporcionada. Un culo potente, ni plano ni demasiado respingón. Además tenía el culo con un aspecto de ser tan duro como el hormigón armado. Tentada estuve de comprobarlo pegándole un pellizco.
Sus piernas parecían dos columnas del Partenón. Se notaba que el tío se machacaba cada día, por lo menos, dos horitas de gimnasio.

Me tumbe en la camilla y con un leve carraspeo le indique que me encontraba dispuesta.

Entonces el, se dio la vuelta teatralmente despacio, disfrutando el momento, siendo plenamente consciente de que me iba a impresionar. Y vaya si me impresionó. Debió prepararse mientras yo estaba extasiada mirándole el culo.
Tenia el “aparato” entre las manos y dispuesto para la faena. El “aparato” era de un tamaño descomunal. No tanto por su calibre, más bien escaso diría yo, como por su longitud, exagerada sin ningún tipo de dudas. Lo tenia cogido por la base ¡y el otro extremo le llegaba por debajo de las rodillas! ¡LE LLEGABA POR DEBAJO DE LAS JODIDAS RODILLAS¡¡¡¡
Además tenía la punta brillante, como si estuviera lubrificada con algún producto.
¡No podía creerlo! ¡Aquello era exagerado!, ¡descomunal!, ¡inmenso!!!
Antes de empezar, le pedí que me lo dejara tocar. Me encontraba como Santo Tomas, necesitaba tocarlo para creérmelo. Y me dejo tócarlo. Y quede sorprendida por su dureza.

Entonces acerco la punta de aquella exageración a mi boca.
Y entro. Suavemente al principio mas fuerte después. tanto que al principio me dieron arcadas. El, al notar las arcadas paró.

Saco aquella monstruosidad de mi boca y me dijo.
- No te resistas. Dejate llevar. Al principio a todo el mundo le pasa igual, traquila. Respira hondo y dejame hacer a mi. Yo soy el experto aquí y te garantizo que hasta ahora, nadie se ha quejado. Todo el mundo queda satisfecho de mi trabajo.

Y volvio a meterla en mi boca. Hacia adentro. Hasta el final. Volvieron las arcadas y , una vez pasado el “punto critico” desaparecieron. Mi ojos lagrimeaban y el, amable, me ofrecio un pañuelo y me dio un descanso.

Pero sin sacar aquello de mi boca.

Entonces empezó la suave cadencia. Hacia delante y hacia atrás, adentro y afuera. Con un ritmo hipnótico. A veces entraba y se entretenía dentro. Como buscando algo. Otras entraba y salía con un ritmo más rápido, mas acelerado. Aquella condenada cosa parecía estar viva, se movía dentro de mi rebuscaba en mis entrañas.

Entonces paro en seco. Levante los ojos y lo vi. Un brillo especial en su mirada me dijo que había llegado al fin.

Entonces llego el torrente. Era como si alguien hubiera abierto las compuertas de una presa. El liquido caliente me colmo. Y me rebosé. El líquido me lleno la boca y no pude contenerlo dentro de ella. Manó de mis labios y resbalo por la cara hasta la barbilla, cayendo encima de mis pechos. (Menos mal que me había quitado el jersey)



Bueno, la historia ha ocurrido como la cuento . Le he cambiado el género a la protagonista para que no se notara demasiado que se trataba de mí. Por lo demás, todo fue mas o menos así.

Al final, el tío, (doctor, para mas señas) me ha diagnosticado una hernia de hiato, nada importante, y me ha recetado Omeoprazol, para las molestias.

Visita con el digestivo para dentro de seis meses.

8 Comments:

At 2/14/2006 12:26 a. m., Anonymous Anónimo said...

¿Tú tb? A mí me diagnosticaron lo mismo hace un par de años, pero no recuerdo que mi gastroscopia fuese tan "calentita" XDDDD

Creeme... ni omeoprazol ni ostias... nada que el Almax no cure.

Un saludo!

 
At 2/14/2006 1:38 a. m., Blogger El Replicante said...

emmmmmmm, ¿le mirabas el culo al medico??

Saludos

 
At 2/14/2006 9:29 p. m., Blogger Flu said...

Buf!!!
A mi también me han hecho eso!!
Por qué me lo tuvieron que hacer en uno que era medio de monjas y en el que el médico era un cura!!

Buaaa!!!

 
At 2/15/2006 12:19 a. m., Blogger Deyector said...

¿te ponen los médicos? ¿tenia su aquel, era “achuchable”? ¿recrearte la vista?
Me preocupas...

 
At 2/15/2006 7:41 p. m., Blogger bettyylavida said...

Vaya aventura...que te mejores

 
At 2/16/2006 5:10 p. m., Blogger Cirene said...

Pos ya sabes chaval, nada de tumbarse despues de comer para que la comida no se salga... jajajaja. Menuda experiencia, ¿el doctor esta buenorro? por ir a verle. XD

 
At 2/19/2006 1:32 p. m., Blogger Bereni-C said...

No quiero ni pensar lo que vas a escribir el día que vayas al urólogo o que te tengan que mirar la próstata...

 
At 3/01/2007 9:53 a. m., Anonymous Anónimo said...

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