viernes, diciembre 09, 2005

Historias de fontaneria

Estoy hasta los mismísimos.
Hace dos años estuve de obras. En el garaje, le hicimos un piso a la Gollum.
De un garaje chungo, nos salio un pisito de sesenta metros cuadrados, muy apañadito.
Comedor, cocina, dos habitaciones y cuarto de baño. Menos el baño, todo es exterior. Con unas fabulosas vistas al garaje nuevo. Para una niña de diecinueve años, ya esta bien.

Al ampliar la casa, la caldera que nos calentaba sin ningún tipo de problema, se nos quedo pequeña. Teníamos una caldera echa polvo, a medio desguazar. Estaba tan currada, que hasta tenia dos nidos de ratones dentro (esto es literal). Pero funcionaba. Y no te dejaba tirado. Nunca.

Bien, como la ampliación de metros cúbicos a calentar era demasiada, decidimos cambiar la caldera.

El que nos la vendió (maldita sea toda su estampa), nos aseguró que nos quedábamos el FERRARI de las calderas. Que la vieja era simplemente un SEAT al lado de la joya de la tecnología que acabábamos de adquirir. Que teníamos caldera para toda la vida.
Medio kilo de las antiguas pesetas de caldera.

Bien, desde entonces han pasado dos inviernos y los dos, nos ha dejado tirados.

El primero, por que no quemaba bien, nos tuvo sin agua caliente ni calefacción una semana. Precisamente la semana más fría de todo el invierno pasado. Ya es casualidad. No se puede averiar en agosto, no.

Anoche, lo que fallaba era la célula fotoeléctrica. Lleva una para comprobar que esta encendida y cortar el aumento de inyección de gas-oil para el encendido.
El caso es que la célula, no detecta que la caldera esta encendida y se corta la llama. Y vuelta a empezar. Está en una especie de bucle sin fin, y no para de encenderse y apagarse el quemador, con el consecuente derroche de gas-oil (al precio que va).
Hay que recordar que en esta casa intentamos sacar adelante una niña. Cosa que no es muy compatible con unas temperaturas comparables a las de Alaska a las tres de la madrugada, en una noche de tormenta.

A las cuatro de la mañana, en calzoncillos, con los ojos totalmente enrojecidos por el consumo de sustancias ilegales combinada con un insomnio agudo, envuelto en una manta y armado con una linterna (una pedazo de MAG-lite, que aun hay clases), tuve que bajar al garaje a limpiar la puta fotocélula. Si me llego a cruzar con alguien, lo mato del susto.

Para bajar al garaje, hay que salir a la calle, bajar unas escaleras, y sortear dos coches, generalmente mal aparcados.

Hacer esto preso de unos tremendos espasmos musculares causados por el frío extremo y con las pantuflas de andar por casa, no es fácil. Nada fácil.

El caso es que hasta el día catorce, no viene el técnico a casa. No se si aguantaré tanto tiempo. Me veo como los de la película de “VIVEN” y como yo soy el gordo de la casa...

Digamos que mi esperanza de vida, ha bajado bastante.


Seguiré informando....

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